Ayer exploté.
Llevo días conteniéndome porque los demás no son responsables de lo que me/nos pase. Pero ayer no aguanté más.
Cada mañana, cuando llego al cole, mis niños vienen corriendo (literalmente) y me dan un abrazo. Me reciben con alegría, me comen a besos... Y eso me da la vida. Me hace olvidar los malos rollos que a veces hay en el trabajo (como en todos los trabajos, supongo).
Ayer una niña de las más pequeñas estaba triste porque algo le había pasado con "su mejor amiga del cole". Vino hacia mí con los ojos llorosos y los brazos abiertos pidiendo un abrazo. Me puse de rodillas (siempre lo hago para no perder el equilibrio), la abracé y me puse a llorar con ella.
Los niños nos miraron; así que en la asamblea de la mañana hablamos de la tristeza. Y de que los adultos, como los niños, también nos ponemos tristes cuando discutimos con alguien a quien queremos mucho mucho mucho mucho...
A media mañana viene mi compañera siempre a echarme una mano con el cambio de pañales, alguna actividad... Cuando se fue, me dio un abrazo y un beso. Ella nunca hace eso. Y no sabe nada. Sólo sabe que discutimos. No hace falta más. Ya sabe lo que eso me hace sufrir porque ya sabe cuánto la amo.